Un ensayo de pensamiento en
clave relacional
(revista Consonancias, diciembre 2013, puntos 1 a 3)
Por lo tanto ¡la verdad es una relación!
Papa
Francisco
“No he comenzado a pensar en la
Unidad cuando ya la Trinidad me rodea con su fulgor.
No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando
ya la Unidad me arrebata de nuevo...”
San
Gregorio de Nacianzo
En 1960 Karl Rahner escribió un artículo
titulado “Advertencias sobre el tratado De
Trinitate” que causó gran conmoción, pues denunciaba que:
“...los cristianos, a pesar de que hacen
profesión de fe ortodoxa en la Trinidad, en la realización religiosa de su
existencia son casi exclusivamente «monoteístas». Podemos, por tanto, aventurar
la conjetura de que si tuviéramos que eliminar un día la doctrina de la
Trinidad por haber descubierto que era falsa, la mayor parte de la literatura
religiosa quedaría casi inalterada”.[1]
En este contexto,
Rahner propone su famoso “axioma fundamental”, que tenía como intención subsanar
esta incoherencia, insertando el misterio de la Trinidad de modo realmente
existencial en la fe y en la vida cristianas. Y –más allá de las críticas
que ha recibido la formulación de ese axioma fundamental–
sus comentaristas y críticos coinciden en reconocerle a Rahner el mérito de
haber llamado la atención sobre esta gravísima carencia.[2]
Ya han pasado más de 50 años desde aquel artículo de Rahner y, si bien
“la teología católica de la Trinidad conoce una renovación en nuestro tiempo”,
después de “muchos años, casi siglos” en que “la doctrina de la Trinidad no
tenía en la teología el papel central que le corresponde”;[3]
no obstante, todavía queda mucho por avanzar en la conciencia y en la vivencia
del misterio de la Trinidad divina y de todas sus consecuencias para la vida
concreta, incluido el ámbito del pensar y del saber.
A la luz de lo dicho, este artículo no es otra cosa que una serie de
variaciones sobre un tema principal: la
comunión es unidad en la diversidad. Y la finalidad es –simplemente–
sensibilizar al lector sobre este tema, y estimular su pensamiento y su
creatividad en relación con él.
Dudé en poner algunas ideas, que finalmente propongo en el texto, aunque
están “a medio pensar”. Lo que me motivó a ello, fue que este mismo artículo
muestra que siempre estamos en camino; o, como decía Borges: “no puede haber
sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la
religión o al cansancio”.[4]
Y, quizás, si Borges hubiera tenido la oportunidad de ver un mayor pluralismo
en teología, hubiera dejado sólo la última opción.
En este artículo comienzo presentando brevemente el “modelo de
comunión” en su fuente viva y suprema: la Trinidad divina. Luego expongo
algunas de las repercusiones que este modelo de comunión tiene para el hombre y
la sociedad, proponiendo que el ser humano es “sujeto relacional”, creado a
imagen de las Personas Divinas, cada una de las cuales es “relación
subsistente”. Y arriesgo que –quizás– este mismo concepto de relación
subsistente pueda ser aplicado al ser humano. Y finalmente hago algunas
sugerencias respecto de cómo se puede aplicar este modelo de comunión al ámbito
del pensar, del saber y de las ciencias.
En
ese contexto analizaremos el “corrimiento” hacia un nuevo equilibrio, que el
Papa Francisco propone –también– para el tema de la verdad.
1.
Reflexión sobre la Comunión Trinitaria.
A los seres humanos, a veces, nos cuesta
compartir. Y la experiencia nos demuestra que vivir encerrados en nosotros
mismos –sin compartir nuestra vida y nuestros bienes– nos conduce a un
aislamiento mortal.
En
cambio, cuando contemplamos el misterio de la Trinidad, vemos que el Padre
engendra al Hijo comunicándole su propio ser divino. El Padre –Quien es “la
fuente y el origen de toda la divinidad”– [5] comunica al Hijo esta divinidad y, al
comunicarla, lo engendra. Y, a su vez, el don de amor –infinito y mutuo– entre
el Padre y el Hijo espira a la Persona-Amor: el Espíritu Santo.
Con todo esto, vemos que en la Trinidad el
compartir es mucho más que eso: es darse
al Otro. Es